Cuando hablamos de Italia, podemos mencionar muchas maravillas, así como importantes y memorables historias y logros. Lo hermoso de sus costas y poblaciones a lo largo del mediterráneo, su deliciosa comida, el entusiasmo y ambiente festivo de sus habitantes, sus legendarios y exquisitos licores y muchas más por nombrar.
Sin embargo, hay una en especial que siempre me ha llamado la atención. La gran capacidad y calidad del diseño italiano, que se manifiesta en múltiples aspectos. La ropa italiana, además de su calidad de telas y bordados, es su grandioso y elegante diseño. Los artículos de lujo expresados en joyas, artículos personales, perfumes, etc. poseen un diseño de vanguardia. Su legendaria ingeniería tanto en inmuebles de oficinas o vivienda, así como las construcciones civiles de carreteras, puentes y túneles, no son solo de alta calidad, también el sello de excelente diseño está presente. Y que decir de la fabricación de automóviles. Su calidad es fuera de serie y su diseño es sin duda inmejorable. Varias marcas lo atestiguan. Alfa Romeo, Lamborghini, Ferrari, Maserati, Abarth, Lancia, Fiat.
Cuando alguno de estos preciosos automóviles pasan por las calles o llegan a algún sitio, no pasan desapercibidos. Muchos ojos los siguen y no solo por lo que significa su alto costo y por ende el estrato económico que representan, principalmente es por sus exquisitos diseños, dignos de verlos y apreciarlos. Aunque todas las marcas poseen historias de emprendimiento admirables, una historia en especial me llamó la atención y deseo compartirla.
Ferruccio Elio Arturo Lamborghini italiano nacido en 1916, en Renazzo di Cento, provincia de Ferrara, en Emilia-Romagna región ubicada al norte de Italia. Inicio sus labores profesionales como un exitoso supplier de repuestos para tractores. Como buen y curioso emprendedor, no solo llegó a conocer bien los repuestos que vendía, también los motores que impulsaban esas particulares máquinas que labraban la tierra de su país. Su fiebre emprendedora lo llevó a diseñar su propia línea de tractores, haciendo una fortuna al integrar su negocio.
Apasionado por los autos deportivos, cuando su éxito económico se lo permitió, adquirió dos Ferraris para su uso y disfrute personal. Uno de ellos, el Ferrari 250 GTB, tuvo algunos problemas mecánicos y el como buen conocedor de motores aunque de tractores, se decidió a ver qué sucedía con su costos carro. Cual fue su sorpresa al descubrir cuando abrió la caja de cambios y verificar que era muy parecida a la de sus tractores. Esto le molestó y lo impulsó a visitar a Enzo Ferrari, a quien no conocía, para comunicarle su malestar. Al fin y al cabo había pagado una buena plata por sus carros.
La reunión aunque inició siendo cordial, se tornó irascible, dado que ambos eran conocedores de mecánica automotriz, pero Enzo hizo notar que su conocimiento era de vehículos de lujo y el de Ferruccio Lamborghini, venía de los tractores, llegando a manifestar “a mi un fabricante de tractores no me va a enseñar a hacer autos de lujo deportivo”. Ferruccio al escucharlo fue prudente y no explotó aunque pensó o manifestó, pues la historia es confusa: “yo le voy a ensenar”, y se retiró de la oficina de Enzo.
Con un nuevo propósito, la confianza en su capacidad empresarial y conocimientos automotrices, y el apoyo económico de su fábrica de tractores, se decidió por fabricar autos deportivos que llevarían su propio apellido. Fue así como en 1963, inauguró su fábrica “Lamborghini” y empezó la producción de autos deportivos con un éxito bastante grande. Se caracterizó por relacionar los modelos de sus autos, a nombres provenientes de la tauromaquia, su otra pasión. Es por esto que modelos como el “Lamborghini Miura”, y “Lamborghini Diablo”, entre otros, se volvieron legendarios.
Después de su retiro del mundo empresarial, su empresa terminó siendo parte del grupo alemán Volkswagen, uno de los mayores fabricantes de autos del mundo. Ferruccio Elio Arturo Lamborghini, muere en el año 1993, en el hermoso pueblo italiano de Perugia y su fábrica le sobrevive con gran nombre y prestigio.
Comentários